Por Consuelo Herrera
En medio de estos días, recordé la frase de Jameson que dice: “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”, esta frase nos pone en alerta, las películas gringas nos han mostrado crisis inevitables y monstruosas, donde siempre viene el héroe (hombre, blanco, norteamericano) a salvarlo todo, pero hoy parece que el panorama es distinto.
Hay miedo, gente fallecida y mucha desinformación, pero ¿qué más ha ocurrido? Los niveles de contaminación en China se redujeron después de las medidas tomadas para frenar el COVID-19[1], si bien las muertes de las personas fueron absolutamente lamentables tanto en ese país como en el resto de Europa, el pare que se dio a la inmensa producción del capitalismo tuvo efectos como estos, así también, más allá del origen del virus (el que supuestamente se habría iniciado por una sopa de murciélago, lo que ya fue desmentido), nos hace sentir la necesidad de cuestionar profundamente este modelo que produce a niveles explosivos, contaminando y secando a destajo, tal como sucede en el norte de nuestro país.
Por otro lado, el abordaje apocalíptico por parte de los medios de comunicación del COVID-19 y la absoluta incapacidad del gobierno (para nada sorprendente) de abordar este problema de salud pública, junto con el sobreprecio que hoy existe en alcohol gel, jabón y mascarillas[2], nos hace ver que nuestras vidas no son importantes para el capitalismo y que todo momento es bueno para subir a niveles impagables los precios de dichos productos, sin importar si la salud de la población está en juego. Seguir leyendo